Para que la tiniebla
se reduzca a su pura nada
tres cosas son indispensables:
La primera,
que estén dispuestas las sombras
antes de que se evapore la primera estrella.
La segunda,
que la fe de los carboneros prenda
una constelación preparada en otra naturaleza.
La tercera,
que un par de corazones esté a punto
de convertirse en un diamante por la presión.
Más allá de la ciudad que nos agobia
no hay nada que temer.
Amanecerá.
Alberto Blanco
Tomado del libro:
El corazón del instante
Escrito por Alberto Blanco